Estas afecciones figuran entre las principales causas de morbilidad y mortalidad en todo el mundo y afectan tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, existen particularidades cuando se trata de la población femenina, tanto en lo que se refiere a la manifestación de las ECV como a los factores de riesgo y los tratamientos.

1. Diferencias en la manifestación clínica

Las mujeres pueden experimentar síntomas más atípicos que los hombres, especialmente en eventos como el IM. En lugar del típico dolor torácico, las mujeres pueden experimentar síntomas como fatiga extrema, disnea, náuseas, dolor de espalda, mandíbula o cuello, que pueden confundirse con otras afecciones no cardiacas.

También es menos probable que las mujeres reconozcan estos síntomas como relacionados con el corazón, lo que puede retrasar el diagnóstico y el tratamiento.

2. Impacto de las hormonas

Las hormonas sexuales femeninas, especialmente los estrógenos, desempeñan un papel protector frente a las ECV durante gran parte de la vida reproductiva de la mujer. Los estrógenos pueden ayudar a mantener bajos los niveles de colesterol y favorecer la salud vascular.

Sin embargo, tras la menopausia, su producción disminuye significativamente, lo que aumenta el riesgo de ECV en las mujeres mayores y las hace más susceptibles a las cardiopatías.

3. Factores de riesgo específicos

La menopausia: La reducción de los niveles de estrógenos tras la menopausia acelera el riesgo de ECV en las mujeres. La menopausia precoz, especialmente cuando es inducida por cirugía o tratamientos como la quimioterapia, puede aumentar aún más el riesgo.

Embarazo: Algunas afecciones que se producen durante el embarazo, como la hipertensión gestacional, la preeclampsia o la diabetes gestacional, pueden predisponer a las mujeres a un mayor riesgo de ECV a largo plazo.

Uso de anticonceptivos hormonales: El uso de anticonceptivos orales puede aumentar el riesgo de hipertensión arterial, trombosis y eventos cardiovasculares, especialmente en mujeres que presentan otros factores de riesgo, como tabaquismo e hipertensión.

Trastornos metabólicos: Las mujeres con síndrome metabólico (que incluye factores como obesidad, hipertensión, niveles elevados de glucosa y dislipidemia) tienen un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.

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4. Mortalidad y tasa de supervivencia

Aunque las mujeres tienden a desarrollar ECV más tarde que los hombres, suelen tener una tasa de mortalidad más alta tras un IM u otro evento cardiovascular. Esto puede estar relacionado con un menor conocimiento de los síntomas, mayores retrasos en el tratamiento y diferencias en la respuesta al tratamiento.

Además, las mujeres tienen una mayor prevalencia de comorbilidades, como diabetes e hipertensión, que pueden complicar el tratamiento y la recuperación de las enfermedades cardiovasculares.

5. Tratamiento y diagnóstico

Los tratamientos de las ECV suelen basarse en estudios realizados predominantemente en hombres, lo que puede llevar a un enfoque menos óptimo para las mujeres. Las respuestas al tratamiento, como la medicación (por ejemplo, aspirina, estatinas) o intervenciones como los stents coronarios, pueden variar en función del sexo.

El diagnóstico y la intervención precoces en las mujeres pueden resultar más difíciles debido a la presentación atípica de los síntomas y a la menor concienciación pública sobre la prevalencia de las cardiopatías entre las mujeres.

Factores de riesgo comunes y específicos de las mujeres

Tabaquismo: El tabaquismo es uno de los principales factores de riesgo de ECV y, en las mujeres, tiene un efecto aún más perjudicial cuando se combina con el uso de anticonceptivos orales.

La obesidad: La obesidad tiene un impacto directo en la salud cardiovascular, con un mayor riesgo en las mujeres debido a la prevalencia de obesidad abdominal, que se asocia a un mayor riesgo cardiovascular.

Estrés y factores psicosociales: Las mujeres pueden verse más afectadas por el estrés psicológico y emocional, que tiene un impacto directo en la salud cardiovascular. Además, el estrés puede contribuir a comportamientos de riesgo, como una dieta inadecuada y un estilo de vida sedentario.


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