Es la forma más común de demencia y representa entre el 50% y el 70% de todos los casos de demencia. Es una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza por una reducción del número y tamaño de las células cerebrales, lo que provoca un deterioro irreversible de las funciones cognitivas de los pacientes.


El lenguaje, el pensamiento, la atención y la concentración son algunas de las funciones afectadas por la enfermedad, que provoca la muerte de células cerebrales y la ruptura de la comunicación dentro del cerebro. La forma más común de la enfermedad de Alzheimer es esporádica y no está vinculada a antecedentes familiares, pero un pequeño número de pacientes padece la enfermedad de Alzheimer familiar, que está asociada a una mutación genética de uno de los progenitores. Las causas de la enfermedad de Alzheimer no se conocen del todo, excepto en el caso de la enfermedad de Alzheimer familiar.

Signos y síntomas de la enfermedad de Alzheimer:

Memoria: Las familias empiezan a notar que los pacientes tienen dificultades para recordar acontecimientos o información recientes. La memoria para acontecimientos o hechos más lejanos suele conservarse en las primeras fases de la enfermedad.

Lenguaje: Dificultad para encontrar palabras adecuadas, reducción del vocabulario y, en fases más avanzadas, se produce un empobrecimiento del contenido del habla.

Dificultad para realizar tareas familiares: En fases más avanzadas de la enfermedad, los pacientes tienen dificultades para realizar tareas sencillas como vestirse, alimentarse o peinarse.

Deterioro del juicio, la personalidad y el comportamiento: Personas que eran tranquilas se vuelven hostiles y agresivas, y otros pacientes se vuelven muy pasivos.

Dificultad para realizar tareas complejas como pagar facturas y manejar dinero.

Síntomas psicóticos y depresivos.

Desorientación y perderse en lugares conocidos.

Por desgracia, la enfermedad de Alzheimer progresa inevitablemente, aunque esta evolución es muy variable. A su vez, la tasa media de supervivencia tras el diagnóstico oscila entre tres y ocho años, aunque la mayoría de los enfermos de Alzheimer no fallecen a causa de la enfermedad en sí, sino de enfermedades secundarias como infecciones respiratorias, infecciones urinarias o complicaciones tras una caída.


La enfermedad de Alzheimer no tiene cura, pero existe una terapia que reduce la velocidad de evolución de la enfermedad y mejora la calidad de vida del paciente, a saber, la rehabilitación cognitiva mediante ejercicios destinados a ejercitar la memoria, la atención y otras funciones cognitivas e incluso el ejercicio físico para reducir el riesgo de caídas.


Por último, un aspecto muy importante es la seguridad de la persona. Es esencial garantizar la seguridad, ya que muchos pacientes no reconocen sus síntomas y limitaciones e intentan mantener sus actividades cotidianas.


Otras precauciones son elaborar y supervisar un plan de administración de la medicación. El paciente debe dejar de conducir y cocinar, ya que son actividades peligrosas. Eliminar obstáculos en la casa, como cables eléctricos sueltos y alfombras resbaladizas. Proporcionar un entorno luminoso y ventilado.


Es muy importante que los familiares aprendan a tratar con la enfermedad/el paciente y que no sean tímidos a la hora de pedir ayuda. Ser paciente, implicar a todos los miembros de la familia y dividir las tareas es crucial para evitar la frustración, el desánimo o el agotamiento.


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