Marineros, pescadores, aficionados a los yates y observadores de delfines se habrán topado sin duda con esta impresionante ave marina, que se presenta en gran número frente a las costas portuguesas en verano, y en menor número a partir de febrero y hasta noviembre. En invierno se desplazan más al sur del Atlántico, llegando a las costas del sur de Sudamérica.
Con la excepción del alcatraz, la pardela cenicienta es la mayor de las aves marinas comunes que aparecen en nuestras aguas. A menudo se encuentran en grandes bandadas sueltas que forman balsas en el mar entre las incursiones de alimentación. Con vientos de tierra se pueden ver cientos de ellas pasando muy cerca de la costa. Su vuelo lánguido, que se abraza a la superficie, con las alas ligeramente arqueadas y las partes inferiores casi totalmente blancas, las distinguen de las pardelas mayores, que a veces se presentan en menor número en verano y otoño, pero una forma mediterránea estrechamente relacionada, la pardela de Scopoli, con el blanco de las partes inferiores que se extiende casi hasta las puntas, también puede presentarse en el sur.
Casi toda la población mundial de pardela cenicienta anida en madrigueras en las islas atlánticas de las Azores, Madeira y Canarias, aunque unos cientos de parejas se reproducen en las islas Berlengas, frente a la costa portuguesa. Sus extraños cantos, emitidos por la noche sobre las zonas de cría, han dado a la especie el nombre portugués de "Cagarros" y los isleños de Santa María, donde viví varios años, reciben ese apodo. Así que soy (casi) un "cagarro". Cada año, cientos de pájaros se quedan en tierra en las islas, lejos de las pistas de anidación, y no pueden volver a despegar. Éstas son acogidas y liberadas de nuevo en el mar.
Las pardelas cenicientas se alimentan casi exclusivamente de peces pequeños, que capturan principalmente mediante inmersiones poco profundas. La fotografía submarina ha demostrado que utilizan muy bien sus largas alas bajo la superficie para perseguir a sus presas. Al volver a la superficie, tienen que tener cuidado con los parásitos de los esquimales que siguen a las bandadas de cenicientas y les obligan a vomitar sus capturas.
La variedad de aves marinas que se dan cita en las costas portuguesas está aumentando drásticamente como consecuencia del calentamiento global y de los fenómenos meteorológicos más extremos que éste provoca. Se sabe que los "migrantes de la corriente del Golfo" procedentes del Caribe llegan a las Azores, pero tanto éstos como varias especies del Atlántico Sur, incluidos los albatros, llegan ahora regularmente a las aguas continentales.