Para Nuno, las calles fueron su hogar durante apenas dos meses. Se armó de valor para pedir ayuda, pero debido a varios meses de salarios impagados, se vio privado de su capacidad para hacer frente al coste de la vida, cada vez más elevado. Fue en la Asociación de Albergues Noturnos de Oporto -que este año celebra su 142 aniversario- donde encontró cobijo.

Sin reservas, habló de una vida de trabajo. Desde los 16 años, Nuno ha vivido solo y en Lamego, donde siempre había vivido, en busca de una vida mejor.

Trabajó en una presa y, de no haber sido por un "problema de espalda", quizá no habría acabado en la calle.

A sus 44 años, vuelve a empezar. En un nuevo camino, el empleo le permite más autonomía. Sin embargo, Nuno reconoce que el camino es largo y duro y que el coste de la vivienda es el mayor obstáculo.

"Tengo intención de cobrar mi primer sueldo e irme, pero el precio de las habitaciones es un problema porque es desorbitado", lamenta.

Nuno incluso tenía una habitación en mente. Pero si en el pasado el importe máximo del alquiler rondaba los 250 euros, actualmente el precio oscila entre 300 y 380 euros, lo que considera "exagerado" y debería obligar al Gobierno a tomar medidas para frenar la subida de los alquileres.

En la comodidad de los albergues nocturnos de Oporto hay cada vez más "Nunos", reconoce el director general de la asociación, Carmo Fernandes.

"La historia que cuenta Nuno es una que ocurre a menudo, en los últimos tiempos, con más frecuencia, debido a la necesidad de ayudar por la serie de pérdidas que acumularon, en el camino de la integración, es un trato para tramitar soluciones habitacionales porque esto lo hace más difícil e incluso desmotivador, afirmó.

En la institución -creada hace 142 años con la misión de acoger temporalmente a personas en riesgo de exclusión- el 60 por ciento de las 97 camas de los dos centros de acogida están ocupadas permanentemente. Y el 40 por ciento restante -de ocupación temporal- no es suficiente para responder a las peticiones de ayuda. En 2022, sólo se atendió al 30 por ciento.

Además del coste de las habitaciones o de cualquier otro tipo de alojamiento, el responsable destaca en muchas ocasiones que al gestor se le pide la cantidad correspondiente a varios meses, lo que provoca una dificultad añadida para quienes, pudiendo autoabastecerse, no disponen de recursos económicos para hacerlo.

"Es un reto. Es posible, pero es difícil y cada vez lo es más, por lo que este periodo de autonomía acaba siendo más largo", admitiendo que los seis meses que se ofrecen en el marco de los alojamientos temporales "no son suficientes", sobre todo cuando se trata de personas mayores de 65 años.

"Vivimos en esta realidad. Las personas mayores de 65 años que están con nosotros, no deberían estarlo. Pero no hay otra solución, sobre todo en las residencias de ancianos, porque no hay plazas suficientes y no se consideran prioritarias. Lo mismo ocurre con la salud mental", se subrayó.

Sin respuestas adaptadas, los albergues son a veces "la única solución alternativa", explicó Carmo Fernandes.

Eduardo -que trabaja como voluntario como "guardián" en la galería de arte de la institución, de la que él mismo es protagonista- forma parte de esta estadística. Al igual que Nuno, la calle fue su hogar durante dos meses, después de perder el trabajo y la casa familiar, tras la muerte de su madre y su hermano. Habiendo trabajado como proyeccionista de cine, Eduardo nunca imaginó que, a sus 65 años, llevaría más de 20 viviendo en una casa prestada.

"Esto es lo que pasa en la vida. El arte se acabó. Se acabó el cine en la ciudad. Entonces conseguí trabajo en una fábrica que también quebró y, a partir de ahí, no volví a tener trabajo. No pude elegir", dice.

Más de 20 años después, sigue sin poder elegir, admite. Si pudiera "se buscaría un cuarto", pero no le pagan lo suficiente para eso. Con una reforma que cuesta poco más de 300 euros y un problema de salud, es una misión tener una dirección distinta a la de los albergues.

"Vamos al periódico y vemos una habitación por trescientos y pico, cuatrocientos y pico, ¿cómo vamos a pagar siquiera una habitación?", se pregunta, lamentando que, a ojos del Gobierno, todos los que por una razón u otra están en la calle siguen siendo "invisibles".

Eduardo afirma que es necesario aumentar el apoyo a las instituciones y a las personas.

Carmo Fernandes coincide en que se necesitan nuevas soluciones que respondan a la magnitud y proporción de cada uno de los problemas, en un momento en que la situación se está "complejizando", como consecuencia de la falta de una respuesta de integración "a largo plazo" o "definitiva".

"Estamos dispuestos a tapar agujeros", afirma, destacando que el tema ha llevado a las instituciones a una profunda reflexión.