En la actualidad, más de un millón de especies están al borde de la extinción. La creciente población humana está impulsando un proceso de extinción, ya que nuestras actividades colectivas siguen devastando los hábitats, contaminando el medio ambiente y agravando importantes cambios ambientales y climáticos (negativos).
Cada año, las Naciones Unidas se reúnen en un intento de negociar otro acuerdo de la "COP" (Conferencia de las Partes) con el objetivo de proteger el mundo natural. Los científicos siguen instando a la comunidad mundial a cumplir sus compromisos en la COP, citando una serie de consecuencias cada vez más nefastas en caso de que se ignoren las advertencias.
Cuando exploramos los detalles, queda claro que la pérdida de una especie entera no es sólo deprimente. Estas pérdidas suponen una enorme presión sobre el mundo natural, con su delicada red de ecosistemas y su extraordinaria plétora de ingeniosas redes simbióticas.
Cuando una especie se extingue, desaparece con ella todo un conjunto de características. Eso significa genes, determinados comportamientos, actividades habituales e interacciones únicas con otras formas de vida animal y vegetal (que evolucionaron a lo largo de incontables milenios). Todo ello desaparece de repente y de forma irrevocable. Es casi como quitar un engranaje de un motor y esperar que siga funcionando a la perfección.
Consecuencias
Las consecuencias de cualquier extinción son claramente catastróficas porque cada especie desempeña un papel muy importante dentro de cualquier ecosistema. Esa función puede consistir en polinizar determinadas plantas o en aportar nutrientes a las estructuras del suelo, manteniendo así fértil y sana toda una selva tropical para que otras especies también puedan prosperar bajo su dosel protector. Básicamente, la función de cada especie es crucial para el bienestar de ecosistemas enteros. Cualquier pérdida puede llevar a la transformación de todo un paisaje y eso es lo que a la larga nos afecta a todos. Por tanto, no es exagerado que los científicos señalen que la pérdida de muchas especies puede llevar al colapso de sistemas enteros. En mi opinión, ¡un millón de especies en peligro es MUCHO!
Lamentablemente, las extinciones no son un fenómeno totalmente nuevo. Cientos de animales únicos ya han desaparecido. En los últimos tiempos, los seres humanos han tenido la culpa al desarrollar prácticas de pesca o caza demasiado eficientes que someten a ciertas especies a una presión intolerable. En Sudáfrica, por ejemplo, el Quagga (un tipo de cebra) fue cazado hasta su extinción a finales del siglo XIX. Por supuesto, todos conocemos la situación del pobre Dodo, el ave no voladora que fue exterminada en la isla Mauricio a finales del siglo XVII. Lamentablemente, el Dodo se ha convertido en una especie de icono de la extinción, del lado más siniestro de la humanidad.
Las extinciones más recientes han permitido a la gente interactuar con los últimos ejemplares conocidos de algunas especies (conocidos como "endlings"). Esto ha sido desgarrador de observar porque todos sabemos que estos llamados endlings representan el capítulo final de lo que fue toda una historia evolutiva. Así que, como ven, cualquier extinción va mucho más allá de la tragedia, es realmente calamitosa.
En 2008, un informe reveló que nada menos que el 22% de las especies autóctonas de Portugal están amenazadas de extinción. En esta cifra del 22% está representado el 12% de los 91 mamíferos autóctonos de Portugal. Si se consideran estas cifras como meras estadísticas, Portugal corre el riesgo de perder para siempre gran parte de sus especies animales y vegetales autóctonas. Así pues, los grandes problemas del mundo natural están mucho más cerca de nosotros de lo que nos gustaría creer.
He aquí una breve lista de algunos de los animales amenazados en Portugal:
- Nutria euroasiática
- Murciélago de Bechstein
- Lirón careto
- Murciélago de Geoffroy
- Marsopa común
- Murciélago nóctulo de las Azores
- Rorcual común
- Águila imperial portuguesa
- El desmán de los Pirineos
- El lince ibérico
El lince ibérico es una de las criaturas más raras de Portugal. Como su nombre indica, esta especie es originaria de la Península Ibérica y puede encontrarse en zonas de arbustos densos, bosques, así como en praderas y pastizales (cerca de los ríos). Estos felinos son criaturas solitarias con cola corta, grandes orejas puntiagudas y largas patas que les confieren la asombrosa capacidad de saltar más de dos metros en vertical. Un lince adulto puede pesar entre 6 y 8 kilos, más del doble que un gato doméstico adulto. El color del lince varía a lo largo del año para mantener un camuflaje óptimo. Suelen ser de color amarillo rojizo o marrón grisáceo.
También es magnífica el águila imperial portuguesa, una de las aves más amenazadas de Europa. El águila está en peligro principalmente debido a la gran pérdida de hábitat causada por actividades humanas como proyectos de construcción y la deforestación gradual. Todo ello, entre otras presiones medioambientales relacionadas con el hombre, ha obligado a estas magníficas rapaces a buscar lugares alternativos en los que vivir y criar.
El desmán de los Pirineos es otro animal raro que se encuentra aquí mismo, en Portugal. Esta criatura tiene una nariz larga que se parece un poco al hocico de un oso hormiguero. Este hocico le sirve para buscar comida, como moluscos, gusanos, larvas, crustáceos, etcétera. El desmán es un pequeño mamífero que vive en las orillas de los lagos, pero también en granjas y asentamientos donde la comida es fácilmente accesible.
Ubicación única
La situación geográfica única de Portugal hace que en su territorio vivan muchas especies norteafricanas y europeas. La fauna más amenazada de Portugal son a menudo criaturas tímidas que viven en bosques, humedales y regiones rocosas.
Para proteger nuestro planeta, cada vez está más claro que primero debemos salvar las plantas y los animales. La sostenibilidad y la protección del medio ambiente son temas candentes en la actualidad; por ello, cada vez más personas intentan adoptar estilos de vida respetuosos con el medio ambiente. Naturalmente, todos queremos tener un impacto positivo en nuestro mundo, pero ¿es realmente sostenible a largo plazo nuestra creciente población humana?
Todo lo que podemos hacer como individuos son pequeñas cosas, como intentar viajar de forma más sostenible, reducir el uso de plásticos nocivos e incluso elegir ropa producida de forma sostenible.
El otro gran problema es el despilfarro de alimentos a gran escala. Entre el 33% y el 50% de nuestra comida se desperdicia. Además de costarnos mucho dinero, debemos tener en cuenta que toda la comida que desechamos tiene que producirse, almacenarse y transportarse. Incluso cuando los tiramos a la basura, los procesos implicados conducen a la producción de gases de efecto invernadero aún más nocivos. Frenar el despilfarro de alimentos significa modificar nuestros hábitos de compra, planificar nuestras comidas y, por tanto, comprar menos artículos por impulso. La cantidad de alimentos que tiran los supermercados es asombrosa, lo que significa que todo el sistema es profundamente defectuoso.
Mi opinión es que todos debemos hacer humildemente lo mejor que podamos para proteger el mundo natural. Hace tiempo que comprendemos la intrincada red de vida que sustenta la naturaleza, pero puede que no siempre hayamos sido demasiado conscientes de cómo esta red nos sustenta también a todos nosotros. Aunque a veces nos cueste imaginarlo, nosotros también formamos parte de la red de la naturaleza. Por lo tanto, somos igualmente vulnerables. Si no tenemos cuidado, algún día podríamos ser acusados de ser los inanes arquitectos de nuestra propia desaparición. Francamente, más vale prevenir que curar.
Douglas Hughes is a UK-based writer producing general interest articles ranging from travel pieces to classic motoring.