El nombre de este santo es especialmente familiar para irlandeses e ingleses, y con razón. Los ingleses martirizaron a Oliver Plunkett por defender la fe en su Irlanda natal durante un periodo de dura persecución.
Nacido en el condado de Meath en 1629, estudió para sacerdote en Roma, donde fue ordenado en 1654. Tras algunos años de enseñanza y servicio a los pobres de Roma, fue nombrado arzobispo de Armagh, en Irlanda. Cuatro años más tarde, en 1673, comenzó una nueva oleada de persecución anticatólica, que obligó al arzobispo Plunkett a realizar su labor pastoral en secreto y disfrazado y a vivir en la clandestinidad. Mientras tanto, muchos de sus sacerdotes fueron enviados al exilio, se cerraron escuelas, los servicios religiosos tuvieron que celebrarse en secreto y se suprimieron conventos y seminarios. Como arzobispo, se le consideraba responsable en última instancia de cualquier rebelión o actividad política entre sus feligreses.
El arzobispo Plunkett fue arrestado y encarcelado en el castillo de Dublín en 1679, pero su juicio se trasladó a Londres. Tras deliberar durante 15 minutos, un jurado lo declaró culpable de fomentar la revuelta. Fue ahorcado y descuartizado en julio de 1681.
El Papa Pablo VI canonizó a Oliver Plunkett en 1975.