La psoriasis se produce en personas con una predisposición genética (hereditaria), como resultado de ciertos desencadenantes comunes, como por ejemplo, el estrés, las infecciones, o una reacción a ciertos medicamentos.

Sus síntomas son muy variables, desde una forma leve y estable, limitada a pequeñas zonas, hasta formas muy extensas, que a veces alcanzan casi toda la piel.

En su forma más común, aparece como una erupción con manchas rojas gruesas, cubiertas de escamas blancas, localizadas principalmente en los codos, las rodillas y el cuero cabelludo. Sin embargo, las manchas pueden aparecer en cualquier parte, incluso en la cara, las manos, los genitales o la región perianal, y también pueden producirse alteraciones en las uñas. En los casos de psoriasis leve, sólo puede haber molestias debido a sus síntomas, pero en los casos más graves, puede ser dolorosa. Estas lesiones pueden causar picor, vergüenza sexual, social o dificultades profesionales, teniendo un grave impacto en la calidad de vida del paciente.

Así, es fácil entender cómo la salud mental puede verse afectada por esta enfermedad, ya que los pacientes acaban evitando situaciones en las que la piel está expuesta, como ir a la playa o a la piscina, y a veces incluso evitan desarrollar relaciones sentimentales por miedo a la intimidad. Esto limita la vida emocional y social del paciente, lo que provoca aislamiento y depresión. Incluso la elección de la ropa está condicionada por la enfermedad, debido a la necesidad de cubrir la mayor cantidad de piel posible. Otra restricción importante es la discriminación en el trabajo, que limita tanto el acceso como la progresión profesional.

Además de los trastornos mentales, la psoriasis está asociada a un gran número de otras patologías, como la artritis psoriásica (articulaciones dolorosas e hinchadas), la obesidad, la diabetes de tipo II, la hipertensión arterial y la aterosclerosis.

Al mismo tiempo, hay algunas situaciones que pueden empeorar el cuadro clínico, como el estrés, el clima frío (al secarse la piel, la psoriasis tiende a mejorar con la exposición al sol), diversas infecciones, algunos medicamentos, el consumo de bebidas alcohólicas y el tabaquismo.

Se trata, por tanto, de una enfermedad compleja que requiere un diagnóstico precoz y una evaluación muy cuidadosa.

En la actualidad existen muchos tratamientos para la psoriasis, cuya elección viene determinada por la gravedad y el tipo de lesiones, con terapias tópicas (locales) o sistémicas, o con fototerapia (exposición a la radiación ultravioleta en un contexto hospitalario).

Aunque no existe una cura para la psoriasis, el tipo de tratamiento más reciente, conocido como terapia biotecnológica, representa un enorme avance con excelentes resultados, incluso en casos graves y extensos de psoriasis en placas. Sin embargo, los estudios indican que si el paciente sólo comienza este tipo de tratamiento después de haber padecido esta enfermedad durante muchos años, es más difícil que tenga éxito.

Ya sea por este motivo o por la cantidad de años que evita el sufrimiento físico y psicológico, lo más importante es el acceso temprano a una consulta especializada, el diagnóstico y la intervención adecuada.


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