Les dijeron que debían ir a Olisipo y allí recibirían la corona del martirio que buscaban.
Fueron en barco desde Roma hasta Lusitania (la actual Lisboa). Fueron expuestos como cristianos y llevados ante el gobernador romano Tarquinio. Se negaron a renunciar a su fe cristiana y fueron torturados y luego apedreados.
En Lisboa hay una basílica en su memoria.